«Infraestructuras del Transporte y Cambio Climático». Es un post elaborado por Ricardo Illescas Centeno, estudiante del Grado en Transporte y Logística UCJC.
Las infraestructuras de transporte terrestre (red de carreteras, ferrocarril, puertos y aeropuertos) son elementos imprescindibles en las redes de transporte de un país.
Tanto a nivel económico como social. En tanto, que permiten el flujo de mercancías y personas por todo el territorio. Ha de tenerse en cuenta los elevados costes de construcción y mantenimiento que suponen. Así como su extensa vida útil.
Ante los efectos producidos por el cambio climático, desde el punto de vista de las infraestructuras de transporte terrestre, es preciso actuar en dos frentes:
El primero de ellos, se refiere a plantear medidas enfocadas a reducir la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) vinculados al sector de las infraestructuras de transporte por carretera (mitigación). El segundo, se refiere a la necesidad de adecuar la infraestructura a los posibles efectos del cambio climático (adaptación). Para una adaptación eficiente es necesario conocer las previsiones de ese cambio climático.
Las variables del cambio climático que afectan, y afectarán, a las principales infraestructuras de transporte terrestre en España, vendrán determinadas por las previsiones que realizan entidades como la Agencia Española de Meteorología (AEMET), Puertos del Estado, Oficina Española de Cambio Climático y por el Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX).
En relación al transporte terrestre, las variables más significativas para sobre las que conviene disponer de previsiones de evolución a futuro son:
- temperatura del aire,
- humedad relativa,
- nubosidad y techo de nubes,
- precipitación,
- tormenta eléctrica,
- nieve,
- avenidas,
- nivel freático,
- niebla,
- viento,
- oleaje,
- nivel del mar,
- corrientes marinas y
- temperatura del agua del mar.
Las proyecciones estimadas de la temperatura media a lo largo de este siglo indican que en todas las regiones españolas se producirá un incremento progresivo de ésta.
La tendencia media se sitúa en torno a +2ºC en verano y +1,2ºC en invierno por cada tercio de siglo. Si bien, el incremento tenderá a ser más acusado a partir de mediados del siglo XXI.
La humedad relativa tenderá a reducirse ligeramente, en torno al 5%, de forma generalizada.
La tendencia a la reducción de la nubosidad será también general para todas las regiones y épocas del año. Con la excepción del noroeste de la Península y solamente en los meses invernales.
Por lo general, en la mayor parte de las regiones se proyecta una tendencia progresiva a la disminución de la precipitación acumulada anual, que será más acusada a partir de mitad de siglo.
En el período 2011‐2040 se proyectan disminuciones del total anual de precipitación con valores en torno al 5% en la mitad norte y Levante, cercanos al 10% en el suroeste peninsular, y un descenso algo más acentuado en Canarias. En el último tercio del siglo las reducciones serán aún mayores.
En relación con las nevadas, se estima una disminución generalizada de su frecuencia. Motivada por el descenso de precipitaciones y el aumento de la temperatura.
Diversas investigaciones señalan que el número de periodos con brumas y nieblas en áreas metropolitanas tiende a disminuir desde los años 70 del siglo pasado.
Una hipótesis de dicha disminución residiría en el abandono progresivo del carbón para la calefacción.
De manera general, no se proyectan cambios significativos en la intensidad del viento en superficie hasta final de siglo.
Las previsiones para el oleaje en las costas españolas muestran variaciones moderadas de altura con tendencia general a un ligero descenso, tanto para la costa del Mediterráneo como del Atlántico.
Las proyecciones futuras prevén una subida generalizada del nivel medio del mar en toda la costa española.
Aunque no existe unanimidad acerca de la intensidad de dicha elevación. Para el año 2050 se estima una elevación del mar de 15 cm, aproximadamente.
El estudio de los posibles cambios en las corrientes marinas debidas al efecto del cambio climático se encuentra en fase de desarrollo, por lo que no se puede ofrecer una estimación significativa.
Hasta 2050, se espera que el mar registre en superficie un aumento de temperatura en torno a +0.02 °C/año, tanto en aguas del Mediterráneo cercanas a la Península como del Atlántico, desde el golfo de Vizcaya hasta las Islas Canarias.
En este momento, estamos en disposición de afirmar que estas variables impactarán significativamente sobre nuestras infraestructuras de transporte. Por lo que ahora, ya. Más que nunca se hace necesario la actuación sobre éstas. Investigación, planificación, diseño, construcción, mantenimiento y operación son más que nunca imprescindibles.
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