Las hernias discales son una de las patologías más comunes que recibimos en consulta. El dolor incapacitante que refiere el paciente limita nuestras actuaciones e incrementa la desesperación del afectado que, en muchas ocasiones decide optar por un tratamiento quirúrgico con el fin de acabar con el problema lo antes posible pese a que estas intervenciones no muestran una eficacia relevante en comparación a otros tipos de tratamientos no quirúrgicos (1). La edad o la carga física son comúnmente señaladas como factores importantes causantes de la degeneración discal. A causa de esta creencia social, el consejo por parte de los profesionales de la salud suele ser el reposo y la toma de antiinflamatorios aunque la literatura científica muestra ciertas controversias frente a estas pautas (2). Cuando se analiza el impacto de la carga física sobre la degeneración discal (DD), solamente consigue explicar el 7% de ella y la edad un 9% en cuanto a la afectación de la región dorso-lumbar (2). En cuanto a los niveles lumbares inferiores, donde es más común encontrar afectación de los segmentos vertebrales, la carga física explica el 2% de la DD y la edad un 7% (2). ¿Es por tanto la carga física perjudicial para nuestros discos intervertebrales? Al analizar la integridad de los discos intervertebrales de los corredores descubrimos que estos tienen unos discos intervertebrales más hidratados e hipertrofiados (3). Por todo lo anterior se concluye que el 47%-66% de la degeneración discal no es debida a un componente únicamente mecánico sino que debemos tener en cuenta los factores hereditarios y ambientales que justifican perfectamente los mecanismos lesionales que acompañan a esta patología (4).
El aumento del estrés oxidativo y una disminución en los niveles de antioxidantes afecta a los niveles de minerales séricos, particularmente calcio y fósforo favoreciendo la degeneración discal y aumentando la posibilidad de que se produzca la hernia de disco (5).
Hábitos tan comunes en los países desarrollados como el consumo de refrescos o bebidas azucaras deben tenerse en cuenta por su composición e impacto en la degeneración discal (6-7). Los refrescos, entre otras bebidas, están compuestos principalmente por agua, ácido fosfórico, cafeína, azúcar en forma de sacarosa y otros productos químicos en forma de conservantes, colorantes y sabores que impactan negativamente sobre la salud del disco intervertebral (6).
Como osteópatas debemos observar al paciente como un todo y concretamente en lo que se refiere al tratamiento de las hernias discales es fundamental ser estrictos en transmitir el impacto de este “dulce” hábito que puede impedir tener éxito en nuestros tratamientos manuales.
Álvaro Otero
Director del Máster Universitario en Osteopatía Integrativa de la UCJC