El Día de San Valentín nos permite contar, desde el Grado Nutrición Humana y Dietética de la Universidad Camilo José Cela, la historia del Aguacate, un alimento que los aztecas consideraban como la fruta del amor y la fertilidad. El origen del aguacate parece tener lugar en zonas altas del sur de México, y norte de Guatemala, aunque ya en tiempos precolombinos se cultivaba en extensas regiones de Perú donde fue introducido en el año 1.450 por el inca Tupac Yupanqui, después de conquistar a la tribu palta en la parte sur del ecuador. De ahí que en Sudamérica se refieran al aguacate como palta. La evidencia más antigua del consumo de aguacate data de los años 8.000-7.000 a.c. y fue encontrada en una cueva de Coxcatlán, región de Tehuacán, Puebla de México.
La palabra aguacate proviene del idioma náhuatl, de la palabra “ahuacatl”, que significa “testículo”. Tal vez los nahuas le llamaban así por su forma e incluso porque en su forma natural se encuentra colgando del árbol.
Sin embargo, su relación simbólica con el amor está más relacionado con su germinación. La polinización en árboles de aguacate es, de hecho, el resultado de la polinización cruzada en aguacates. Las flores del árbol de aguacate se conocen como perfectas, lo que significa que tienen órganos reproductivos masculinos y femeninos.
Los conquistadores españoles debieron traer el aguacate a España sobre el año 1600 pues se tienen datos del árbol en el Jardín Botánico de Valencia y sobre alguna plantación en la provincia de Málaga en 1770. Asimismo, hubo comerciantes indianos y de familias acomodadas que en los siglos XVIII y XIX se trajeron a España ejemplares de árboles para dar sombra a sus jardines. Posteriormente, empezó su distribución a nivel mundial.
En 1924 empezó a implantarse en Málaga, la Estación de Agricultura Meridional, donde en su proyecto inicial se habla de la introducción de frutales exóticos. Es al incorporarse la estación experimental de Torrox cuando se establece un semillero inicial de aguacates hacia los años 30. Tanto es así que Málaga lleva ya más de medio siglo cultivando aguacates, un fruto que Europa no deja de demanda y cuyo aceite posee tal contenido de ácidos grasos monoinsaturados que es comparable con el del aceite de oliva en cuanto a su calidad nutricional.
El aguacate es una fruta densa en nutrientes, por lo tanto, se trata de un alimento que aporta vitaminas, minerales y otras sustancias que repercuten de forma positiva sobre la salud humana. Además, es una fruta rica en fibra e hidratos de carbono.
Por cada 100 gramos de aguacate, su valor nutricional es de 15 g de grasas totales, 0 mg de colesterol, 7 mg de sodio, 485 mg de potasio, 9 g de hidratos de carbono (7 g de fibra alimentaria y 0,7 g de azúcares), 2 g de proteínas, 73,23 g de agua, 146 IU de vitamina A, 10 mg de vitamina C, 2,07 mg de vitamina E, 21 mcg de vitamina K, 12 mg de calcio, 0,6 mg de hierro, 29 mg de magnesio, 0,142 g de manganeso, 52 mg de fósforo y 0,64 mg de zinc.
Puesto que el aguacate es una fruta libre de colesterol, su consumo contribuye a la reducción del colesterol sanguíneo en aquellas personas que padecen hipercolesteloremia. Esta fruta tropical, por tanto, es beneficiosa para el corazón. Otro de los beneficios del aguacate es su acción de antioxidante en los ojos, por lo que es bueno para la vista, debido a que reduce el riesgo de desarrollar degeneración macular relacionada con la edad, al contener fitoquímicos fundamentales para la salud ocular, como son la luteína y la zeaxantina. Gracias a la presencia de vitamina K, el aguacate ayuda a la prevención de la osteoporosis, pues es un aliado importante para mantener la salud de los huesos. Además, diversos estudios han demostrado que el consumo de aguacate ayuda también a la prevención de cánceres de colon, de estómago y de páncreas. Otros beneficios que tiene el aguacate para el organismo son la protección de la salud en el feto y de los bebés, así como la potenciación de la actividad cerebral, la mejora de la digestión y absorción de otros nutrientes, la reducción del riesgo de depresión, la protección contra las enfermedades crónicas y la desintoxicación del propio organismo.