Popularmente se considera a la Pizza como un plato poco saludable: mucho sodio en la salsa de tomate y en el queso, grasas saturadas en ingredientes como pepperoni y salchichas y pequeñas cantidades de grasas trans que en conjunto convierten a esta típica comida italiana en una alternativa poco beneficiosa.
Sin embargo, no siempre ha sido así. La Pizza tradicional puede ser una alternativa sana si se utilizan correctamente las porciones y las combinaciones de ingredientes adecuada.
Desde el Grado en Nutrición Humana y Dietética de la Universidad Camilo José Cela queremos mostrar los beneficios de una clásica Pizza de jamón cocido, cebolla y queso mozzarella.
El tomate crudo o en salsa tiene propiedades diuréticas, antiinflamatorias y antioxidantes, con muchos beneficios para la salud, que ayudan a prevenir enfermedades, como cáncer de próstata, infarto de miocardio o la osteoporosis y es una fruta rica en vitamina C, A, K, potasio y licopeno, un potente antioxidante.
El queso mozzarella es uno de los más populares, dentro y fuera de la cocina italiana y especialmente en la Pizza. Contiene poca grasa, es rico en proteínas y calcio. Constituye una fuente confiable de minerales como el zinc y el fósforo y aporta múltiples vitaminas del complejo B (B1, B2, B6) además de niacina. Es rico en vitamina E, nutriente conocido por combatir la oxidación celular y es también bajo en sales, siendo recomendable para gente con hipertensión.
La cebolla, un ingrediente básico y habitual, se compone de vitaminas A, B, C, ácido fólico, azufre, fósforo, calcio, magnesio, hierro, yodo, potasio, zinc y sodio. Contiene uno de los más poderosos antioxidantes, la quercetina, que ayuda a prevenir la osteoporosis. Otros antioxidantes, como la vitamina C, en conjunto con la quercetina, combaten los radicales libres y disminuyen las posibilidades de desarrollar cáncer al reforzar el sistema inmune. Los prebióticos presentes en la cebolla ofrecen grandes beneficios al favorecer el desarrollo de bacterias benéficas (probióticos) que ayudan a la digestión.
El jamón cocido es el perfecto aliado para una dieta equilibrada y baja en grasas, por su bajo contenido en grasas y en concreto de grasas saturadas. Es fuente de proteína, de alto valor biológico. Tiene un sabor suave y una gran ternura, lo que lo hace ideal para preparar pizzas. Además, no contiene fosfatos, ni féculas, ni colorantes artificiales, manteniendo su aspecto cárnico y color natural. Es apto para intolerantes a la lactosa y para celíacos, al ser sin lactosa y sin gluten.
Se trata pues, de elegir correctamente los alimentos y no de encasillar a ningún plato como poco beneficioso o perjudicial.