En los últimos meses una nueva tendencia está ganado seguidores particularmente en Silicon Valley, California, la capital tecnológica mundial. Esta corriente antiprogreso aboga por renunciar a determinadas medidas higiénicas y avances en nutrición, en pos de un modo de vida “más natural”, como si eso implicase que fuera “más sano”.
¿Qué es y por qué es peligrosa el agua cruda?
La Organización Mundial de la Salud calcula que cada año mueren más de 800 mil personas (300 mil son niños) en todo el mundo por culpa de la insalubridad del agua, ya que tres de cada 10 hogares no tienen acceso a un agua segura. Sin embargo, en algunas de las zonas más avanzadas del planeta se ha puesto de moda el consumo de agua sin ningún control sanitario que se obtiene directamente de un manantial y que se envasa y distribuye sin tratarse químicamente ni filtrarse. El Dr. Hervás, profesor de Salud Pública y Legislación del Grado en Fisioterapia y del Grado en Enfermería de la Universidad Camilo José Cela afirma que “este consumo es un peligro porque el agua puede contener bacterias, virus, parásitos e incluso metales pesados”. El agua mineral que consumimos habitualmente, si bien también puede ser extraída directamente del manantial, pasa unos análisis que confirman que puede ser consumida sin riesgo. Sin embargo, en el caso del agua ‘cruda’, estos análisis se omiten. Los defensores de consumir agua ‘cruda’ aseguran que a diferencia del agua de grifo, esta tiene más nutrientes y no contiene aditivos como el fluoruro, ya que no pasa por las tuberías. Sin embargo, ninguna de sus afirmaciones tiene una base científica. Aparentemente, aunque el agua sea cristalina o parezca pura, pueden estar contaminadas por sustancias tóxicas o contener niveles elevados de bacterias, parásitos o virus capaces de provocar enfermedades graves. El cólera, la disentería o la fiebre tifoidea son algunas de ellas. Por este motivo, los mochileros o aventureros más experimentados siempre llevan consigo ‘kits’ de purificación de agua.
La leche, otra polémica moda
Otras de las peligrosas tendencias de esta corriente antiprogreso es el consumo de leche cruda directamente extraída se las ubres de la vaca, alegando que el procesado de la leche elimina gran parte de sus nutrientes y así es más saludable. Sin embargo, esta práctica supone un riesgo para la salud ya que puede contener microorganismos patógenos que producen intoxicaciones alimentarias, las cuales se suelen relacionar con síntomas leves como los vómitos y la diarrea, aunque las consecuencias pueden ser mucho más graves, especialmente en grupos como los niños o las embarazadas. Entre los microorganismos peligrosos identificados con más frecuencia en la leche cruda se encuentran Salmonella, Escherichia coli, Listeria monocytogenes, Campylobacter, Yersinia enterocolitica… aunque esta lista es mucho mayor y cada vez los brotes son más frecuentes.
Para garantizar la seguridad de la leche la única forma es someterla a un tratamiento térmico, siendo los métodos más utilizados para este control la pasteurización y la esterilización. La pasteurización se lleva a cabo aplicando temperaturas inferiores a 100ºC durante un breve periodo de tiempo, destruyendo así las formas vegetativas de los gérmenes presentes en la leche. No borra por completo su rastro, por lo que esta leche (denominada leche fresca) tiene que mantenerse siempre refrigerada y consumirse en pocos días. La esterilización, por el contrario, consiste en someter a la leche a un tratamiento térmico por encima de los 100ºC, destruyendo los microorganismos en cualquiera de sus formas. El tratamiento UHT es el más utilizado, porque permite garantizar su seguridad por mucho tiempo.