GESTIÓN URBANA EN SHANGHÁI (CHINA)

Nuestros alumnos del grado en Gestión Urbana han disfrutado una estancia internacional en Shanghái (China), donde han podido comprobar las singularidades de una de las ciudades más pobladas del mundo, una ciudad de enorme extensión donde barrios tradicionales conviven con nuevos distritos financieros y modernas infraestructuras tecnológicas. A continuación os proponemos una reflexión de nuestro profesor Dr. Rafael Hernández López en torno a precisamente, esta idea de «superposición» entre culturas, tecnologías, paisajes, turistas y ciudadanos locales.

Paisajes Universales: Islas 2. China en Shanghái, Asia.

Superposición.

La mayoría de los debates en China se solucionan por Superposición. La organización social, el sistema económico, el diseño de la ciudad, la comunicación,…

Seguimos teniendo un esquema mental de países y las fronteras territoriales, que hace tiempo que fueron superadas por lo transfronterizo del medioambiente, atravesadas en avión, y que sirven para delimitar y establecer líneas de fricción, inexistentes en el terreno. Meter a toda China en Shanghai es posible. No es necesario más contacto con el exterior, el interior es muy grande y puede ser un universo en sí mismo. Extendiendo el manto de la integración se llega hasta el único canal de conexión con el resto del mundo. Redes que retienen información y la distribuyan a los aliviaderos del tiempo.

El móvil como llave a todas las puertas de la ciudad, mediante pictogramas en un lenguaje más rico y secreto, también permite la trazabilidad. La comunicación es selectiva. Una economía basada en la cantidad y alcanzando una creatividad propia que es cada vez más efectiva.

Una ciudad de islas, donde en cinco años, ha cambiado su línea del cielo y ha creado sus propias conexiones. Marcando con spray naranja las puertas de las casas a desalojar en los longtangs, derribando, realojando y construyendo. El urbanismo vertical de Salvador Rueda, aumentando el número de niveles por encima del ikebana japonés: el metro enterrado, el Maglev en superficie, las motos silenciosas en lo poco profundo y los peatones por las alturas en un aire con humedad y contaminación. Superponiendo autopista sobre los huecos de la ciudad existente creando sus propios atascos. Con el peligro de llegar a un “zoning vertical” que vuelva a segregar la ciudad.

Superponiendo jardines entre los rascacielos, dominando el extracto medio de los árboles y potenciando la calma visual en poca superficie. Un lento caminar en una ciudad que crece por el día y por la noche, con un torbellino cristalizado por encima de todas las cabezas, como segundo mayor rascacielos más alto del mundo, que recuerda que los flujos naturales se reproducen cada vez más en la creatividad humana, hasta encontrarse con la naturaleza que no se domina.

El agua no se puede beber si no está embotellada, la garganta pica y te quedas sin voz instantáneamente. Las islas móviles eléctricas reducen la contaminación, lentamente, sin casco y circulando en superficie, no por carriles.

Nos han contado conocimientos apasionantes en proporción a lo intenso de la inmersión en un tsunami tecnológico que cada uno absorbe con más o menos naturalidad.

Nos costó aclimatar ante algo tan apabullante…un impacto medioambiental y cultural que, bien por desgaste o por contraste, nos costaba asimilar. Ser fotografiados por la calle significaba que algo estaba fuera de lugar. Descubrir el Shanghái para extranjeros entremezclado con la inmersión en la multitud, son circuitos que deslizan en la banda de Moebius.

 Un escenario de película de espías de ciencia ficción que es uno de los mundos posibles en el catálogo de futuros dictados.

En el proceso de la expedición nos hemos sentido más cerca, más lejos, como las islas de la ciudad, más fuertes y más débiles, como la salud te permite, y más acompañados…y vivos.

Rafael Hernández López. Dr. Arquitecto.