Los Juegos Olímpicos de París, aclamados por su organización, han afrontado, sin
embargo, varias críticas por parte de residentes, deportistas y turistas, que
dejaron entrever las dificultades que deben afrontar las sedes a la hora de acoger
un evento de esta magnitud.
Uno de los principales focos de controversia ha sido el transporte, que sufrió
modificaciones por razones de seguridad y para facilitar el tránsito de mercancías.
Se habilitó una página web con horarios y rutas para evitar las restricciones de
tráfico, mientras que los taxis tuvieron limitaciones en cuanto a las fechas y zonas
de operación. A esto se sumó un incremento significativo en las tarifas de
transporte, que prácticamente se duplicaron, afectando tanto a ciudadanos
locales como a visitantes, con precios que pasaron de 2,1 a 4 euros.
Por otro lado, se establecieron perímetros de seguridad con puntos de acceso
controlados mediante códigos QR, destinados a residentes, comerciantes,
deportistas y servicios de emergencia. Esta medida generó descontento entre los
vecinos de las zonas cercanas al evento, quienes se quejaron de las
incomodidades provocadas por estas restricciones.
En el ámbito deportivo, las quejas también fueron protagonistas. En el torneo de
tenis, las normas permitieron que jugadores sin ranking, clasificados para dobles,
accedieran al cuadro individual debido a la retirada de algunos competidores,
generando desequilibrios notables entre los participantes, sobre todo en las
primeras rondas de la competición.
Otra área de preocupación que marcó la actualidad de los Juegos fue el río Sena,
donde la falta de salubridad del agua puso en peligro las pruebas de triatlón y
natación en aguas abiertas. A pesar de varios controles y limpiezas, las
competiciones de aguas abiertas tuvieron que ser canceladas. Incluso, la triatleta
belga Claire Michel denunció una intoxicación tras competir, aunque luego se
descartó dicha afección. No obstante, esto llevó a la retirada del equipo belga.
Los problemas de hospedaje tampoco pasaron desapercibidos. Algunos
deportistas denunciaron que las camas, fabricadas de cartón, eran incómodas, y la
falta de limpieza en ciertos alojamientos fue motivo de críticas. El nadador italiano
Thomas Ceccon incluso optó por dormir en un parque debido a las altas
temperaturas. A su vez, el jugador de voleibol turco Morteza Mehrzadselakjani, de
2,46 metros de altura, confesó que tuvo que dormir en el suelo porque las camas
eran demasiado pequeñas. Las quejas sobre la alimentación también sacudieron
los Juegos, con el nadador británico Adam Peaty denunciando que se encontraron
gusanos en la comida.
En cuanto a las instalaciones deportivas, el nadador español Hugo González
expresó su descontento por la profundidad de la piscina, aunque esta cumplía con
las normas internacionales de la Federación Internacional de Natación (FINA). La
profundidad es un factor que influye en la velocidad de nado. En el caso de París
cumplía con las normas establecidas por la Federación Internacional de Natación
(FINA) de 2,15 metros de profundidad cuando fue construida, pero esta
reglamentación cambió a 2,5 metros en los primeros días de julio, justo antes de
comenzar los Juegos Olímpicos, por lo que no hubo ningún margen de maniobra
para modificar el emplazamiento de las pruebas de natación.
Juan Carlos Segovia
Director de la Cátedra Olímpica Marqués de Samaranch de la Universidad Camilo
José Cela