Serie Juegos Olímpicos y Paralímpicos 2/8/ Nadie dijo que organizar unos Juegos Olímpicos fuera sencillo

Los Juegos Olímpicos de París, aclamados por su organización, han afrontado, sin

embargo, varias críticas por parte de residentes, deportistas y turistas, que

dejaron entrever las dificultades que deben afrontar las sedes a la hora de acoger

un evento de esta magnitud.

Uno de los principales focos de controversia ha sido el transporte, que sufrió

modificaciones por razones de seguridad y para facilitar el tránsito de mercancías.

Se habilitó una página web con horarios y rutas para evitar las restricciones de

tráfico, mientras que los taxis tuvieron limitaciones en cuanto a las fechas y zonas

de operación. A esto se sumó un incremento significativo en las tarifas de

transporte, que prácticamente se duplicaron, afectando tanto a ciudadanos

locales como a visitantes, con precios que pasaron de 2,1 a 4 euros.

Por otro lado, se establecieron perímetros de seguridad con puntos de acceso

controlados mediante códigos QR, destinados a residentes, comerciantes,

deportistas y servicios de emergencia. Esta medida generó descontento entre los

vecinos de las zonas cercanas al evento, quienes se quejaron de las

incomodidades provocadas por estas restricciones.

En el ámbito deportivo, las quejas también fueron protagonistas. En el torneo de

tenis, las normas permitieron que jugadores sin ranking, clasificados para dobles,

accedieran al cuadro individual debido a la retirada de algunos competidores,

generando desequilibrios notables entre los participantes, sobre todo en las

primeras rondas de la competición.

Otra área de preocupación que marcó la actualidad de los Juegos fue el río Sena,

donde la falta de salubridad del agua puso en peligro las pruebas de triatlón y

natación en aguas abiertas. A pesar de varios controles y limpiezas, las

competiciones de aguas abiertas tuvieron que ser canceladas. Incluso, la triatleta

belga Claire Michel denunció una intoxicación tras competir, aunque luego se

descartó dicha afección. No obstante, esto llevó a la retirada del equipo belga.

Los problemas de hospedaje tampoco pasaron desapercibidos. Algunos

deportistas denunciaron que las camas, fabricadas de cartón, eran incómodas, y la

falta de limpieza en ciertos alojamientos fue motivo de críticas. El nadador italiano

Thomas Ceccon incluso optó por dormir en un parque debido a las altas

temperaturas. A su vez, el jugador de voleibol turco Morteza Mehrzadselakjani, de

2,46 metros de altura, confesó que tuvo que dormir en el suelo porque las camas

eran demasiado pequeñas. Las quejas sobre la alimentación también sacudieron

los Juegos, con el nadador británico Adam Peaty denunciando que se encontraron

gusanos en la comida.

En cuanto a las instalaciones deportivas, el nadador español Hugo González

expresó su descontento por la profundidad de la piscina, aunque esta cumplía con

las normas internacionales de la Federación Internacional de Natación (FINA). La

profundidad es un factor que influye en la velocidad de nado. En el caso de París

cumplía con las normas establecidas por la Federación Internacional de Natación

(FINA) de 2,15 metros de profundidad cuando fue construida, pero esta

reglamentación cambió a 2,5 metros en los primeros días de julio, justo antes de

comenzar los Juegos Olímpicos, por lo que no hubo ningún margen de maniobra

para modificar el emplazamiento de las pruebas de natación.

Juan Carlos Segovia

Director de la Cátedra Olímpica Marqués de Samaranch de la Universidad Camilo

José Cela