Como próximos juristas y casi a las puertas de terminar nuestros estudios universitarios, los alumnos de cuarto de Derecho tuvimos el privilegio de realizar una visita al Centro Penitenciario Madrid VII, conocido coloquialmente como Prisión de Estremera. La iniciativa de esta actividad fue de nuestro profesor de Ciberdelincuencia, Pablo Fernández, quien consideró que sería un gran aprendizaje para nuestra vida profesional.
A lo largo de la carrera se nos han enseñado varias cuestiones importantes para entender el funcionamiento del sistema penitenciario español, siempre de la mano con el término de la reinserción social y promover un cambio hacia conductas positivas. El objetivo de esta visita fue acercar a la realidad todos aquellos conocimientos que la Universidad ha puesto a nuestra disposición durante estos años del grado.
Este centro Penitenciario cuenta con 1.008 plazas para reclusos y con 16 módulos, además nos podemos encontrar con instalaciones como un polideportivo, piscina, biblioteca, fábrica de cables, panadería entre otros espacios que buscan reintegrar a los internos a la vida comunitaria.
Nos acompañaron tres funcionarios, quienes se encargaron de orientarnos en todo momento y de mostrarnos en que consiste ejercer esta profesión, así como las tareas que se desarrollan en el interior del centro. A lo largo de la visita, nos detallaron el régimen de vida de los internos, la estructura de los módulos, las medidas de seguridad y las diversas actividades de formación y reinserción disponibles para los reclusos.
En el primer módulo al que entramos, se nos permitió interactuar con los internos.“Es un golpe de humildad” nos explicaba un ex policía que ahora cumple condena en el módulo destinado a las fuerzas de seguridad. Desde su perspectiva, fue impactante darse cuenta que un día se está en lo más alto creyendo que tienes el poder y al día siguiente cambia tu realidad de vida.
Además, tuvimos la oportunidad de visitar el módulo de aislamiento, un espacio con un ambiente notablemente más tenso y pesado. Por razones evidentes, en esta zona no se nos permitió interactuar con los internos. Cada espacio común alberga a no más de cinco personas, y mientras avanzábamos por el pasillo, nos sorprendimos al notar que algunos reclusos se acercaban a las ventanas para observarnos. El funcionario nos aclaró que este tipo de visitas no son habituales para ellos, lo que explica la curiosidad con la que nos miraban.
Por último, hay que añadir que fue una experiencia profundamente reveladora que nos permitió comprender una realidad muchas veces desconocida o estigmatizada. Esta experiencia nos ayudó a mirar el ámbito penitenciario no solo desde la disciplina y el orden, sino también desde una perspectiva profundamente humana.

Daniela Sepúlveda Gómez.