Empleo esta pregunta para provocar una reflexión sobre una verdad oficial, sobre un nuevo dogma urbi et orbe que forma ya parte del imaginario del común de los mortales. No soy de los iluminados que niegan que la tierra haya subido de temperatura y que sostienen que la actividad humana es completamente ajena a este hecho… Simplemente me pregunto por qué se pone el acento en el cambio del clima y no en la destrucción innegable de ecosistemas y especies.
Sospecho que la culpa es más poderosa si es abstracta y simbólica, universal y colectiva. Si la culpa es inevitable, la culpa no se extinguirá.
Frente a los hechos y los daños concretos que causamos contra el ecosistema, el daño al clima se nos antoja como algo muy abstracto -lejano- y nunca mejor dicho: voluble.
La responsabilidad de quemar una hectárea de la Amazonía, de arruinar un paraje con una urbanización, de fumigar con un pesticida o de llevar un abrigo de piel de lince es muy concreta y normalmente personal; la responsabilidad de que el verano sea tórrido forma parte de los misterios y sacrificios de una humanidad supersticiosa y manipulable. ¿A quién beneficia? Os invito a seguir pensando.
Profesor de Derecho
Javier Esteban