¿Sabemos discernir lo autentico de lo falso? ¿Sabemos reconocer la verdad y la mentira y distinguirlas por tanto? Por supuesto que no y esa es la razón de que nos pasen las cosas que nos pasan no ya como individuos sino como sociedad.
A nadie se le ocurre decir que un hombre de dos metros es bajito o que una mujer rubia es pelirroja. Si alguien dijera eso, todo el mundo le tomaría por loco. Pero ¿y si decimos que alguien es un vendedor de humo, un farsante, un embustero? ¿Habría el mismo consenso?
En realidad y, de igual manera que, se mire como se mire, un hombre alto es alto y una mujer rubia es rubia y no pelirroja, es lógico pensar que un farsante debería ser un farsante se mirara como se mirara. Claro que ya sé lo que me vais a decir: que percibir el color del pelo de una mujer o la altura de un hombre no es lo mismo que percibir el humo, la farsa, el embuste….que mientras aquellas son cosas evidentes, el humo, en cambio, no lo es.
Pero ¿quién dice que el humo no es evidente? ¿No será más bien que lo que pasa es que no sabemos de qué color es o qué forma tiene? ¿No será que no somos capaces de reconocerlo sencillamente porque no sabemos “la pinta” que tiene?
Efectivamente ese es el problema: que ignoramos las características del humo que nos venden los farsantes y es por eso que no somos capaces de reconocerlo cuando lo tenemos delante. De lo que se trata, por consiguiente, es de conseguir que el humo resulte evidente.
Claro que no hablamos de hacerlo evidente en sentido literal, es decir, no podemos pretender que el humo sea evidente a la vista – la vista sirve para reconocer a las mujeres rubias o a los hombres altos – pero sí podemos pretender que sea evidente para otro de nuestros sentidos: el sentido común.
Se trata de coger una idea y despojarla de todo atisbo de verdad para que cualquiera se dé cuenta de que no es más que una mentira y de modo que, al que diga lo contrario, se le tenga por loco – por no menos loco que quien diga que un hombre de metro noventa es bajito o que una rubia es pelirroja -. La pregunta está servida: ¿es eso posible? ¿Es posible crear semejante consenso en torno a una idea?
Se antoja una labor complicada, pero, como dijo Martin Luther King, se debe educar a la gente para que sea capaz de discernir lo verdadero de lo falso. Una habilidad que puede parecer menor, pero que, lejos de serlo, constituye la clave para salir airoso o no de las situaciones que la vida nos plantea como individuos y como sociedad.
Ricardo Cortines
Profesor del Grado en Derecho y Grado en Emprendimiento
Universidad Camilo José Cela.