Volver a empezar

Nuestra vida es un conjunto de pequeñas vidas o etapas. La inteligencia no es más que la capacidad de adaptación al entorno y eso implica no sólo coeficiente intelectual sino una gran dosis de manejo emocional para reinventarnos en cada una de las etapas que nos toca vivir.

Así, un ser humano inteligente en busca de la felicidad se irá adaptando a las circunstancias y se irá reinventando según marquen los acontecimientos. Hay muchos motivos por los que cambiamos e iniciamos nuevas etapas. A veces el sólo paso del tiempo, que nos pasa de niños a adolescentes y después a adultos. Otras veces un cambio de actividad, pasar de estudiar a trabajar o un cambio en nuestra profesión. Muchos directivos agotados de su actividad diaria deciden reciclarse en otros países y dedicarse a actividades filantrópicas o de servicio a los demás. Pero la que mas obliga a un cambio, a una nueva etapa, es la pérdida de alguien o algo querido. El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida (pérdida de un empleo, pérdida de un ser querido, pérdida de una relación, etc.). Habitualmente implica una serie de etapas:

1. Fase de negación. Te niegas a ti mismo o al entorno que ha ocurrido la pérdida. G.E. Moore presentó la siguiente afirmación paradójica a los filósofos: “Sé que tal o cual es cierto, pero no me lo creo” Las afirmaciones de este tipo se denominan “afirmaciones de Moore”, en honor a su creador.  Sé que se han acabado las vacaciones pero no me lo creo, sé que mi amigo acaba de morir en un accidente pero no me lo creo… Las afirmaciones de Moore ilustran que existe una diferencia entre lo que tú sabes que es cierto de forma natural o práctica y lo que crees. Esta discrepancia entre lo real y lo que tú crees, te ayuda a prepararte emocionalmente ante un cambio repentino.

2. Fase de enfado, indiferencia o ira: Estado de euforia por no poder evitar la pérdida que ha sucedido. Intentas buscar causas y culpables.

3. Fase de negociación. Negocias contigo mismo o con el entorno, tras de entender los pros y contras de la pérdida. Intentas buscar una solución a la pérdida a pesar de que sabes que es imposible la  recuperación de la persona o la cosa.

4. Fase de sufrimiento emocional. Se experimenta tristeza por la pérdida. Pueden llegar a sucederse episodios depresivos que deberían ceder con el tiempo. Ayuda diferenciar entre dolor y sufrimiento. El dolor sirve para advertir que existe algún problema físico que requiere nuestra atención. En cambio, el sufrimiento es un estado mental de manera que uno puede despojarse de él. No es posible hacer lo mismo con el dolor. El dolor hace daño al cuerpo, el sufrimiento es el eco del dolor en la mente. Una opción es tratar de no pensar en lo que nos provoca el sufrimiento. Quien olvida se cura mantenía  Nietzsche.

5. Fase de aceptación. Asumes que la pérdida es inevitable. Supone un cambio de visión de la situación sin la pérdida; siempre teniendo en cuenta que no es lo mismo aceptar que olvidar. Puedes aplicarlo al sufrimiento esto es: “sé que acabo de perder el trabajo, pero no lo sufro” Sin duda tienes derecho a lamentarse por la pérdida del trabajo pero puedes interpretarlo como una oportunidad para encontrar otro trabajo que te guste más.

Cuando estás atrapado en un cambio desagradable, es probable que sientas malestar. Eso se debe en parte a que de alguna manera crees que el cambio no cambiará nunca y que las cosas serán desagradables para siempre. Pero como también crees que el movimiento y el cambio se están produciendo, ¿no deberías considerar que las cosas podrían cambiar para mejor? ¿por qué no concentrarte en la posibilidad de que las situaciones desagradables puedan derivar en situaciones agradables? ¿por qué no creer que el cambio te está llevando a un sitio mejor? Nada de esto modificará su situación, pero a menudo cambiar de actitud respecto a nuestra situación basta para aliviar el malestar que ésta origina. Encontrar un sentido a nuestro sufrimiento, ayuda:

Viktor Frankl contaba como una vez un hombre mayor fue a su consulta con una profunda depresión. Su mujer, su compañera durante años, la persona a quien más había amado, había fallecido. El anciano no encontraba consuelo. El doctor Frankl le preguntó: ¿imagine cómo se sentiría ella si el fallecido hubiese sido usted?, él no lo dudó: “estaría destrozada” dijo. Debe entonces estar contento, le ha ahorrado a ella ese sufrimiento.
 

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