Farid Mokhtar, Jesús Torres, Clara Vizoso.
Hace unos días se publicó la nueva versión del informe Horizon 2016 para la educación superior. En ella destaca el importante papel que jugará la tecnología en el proceso de enseñanza-aprendizaje con el apoyo de dos entornos físicos: los espacios de aprendizaje y los Maker Spaces. Los espacios de aprendizaje incluyen a los nuevos espacios destinados al apoyo a actividades de aprendizaje colaborativo formal e informal y, los espacios Maker como entornos de creación abierta. El informe Horizon del 2016 urge a los responsables de las universidades a proporcionar espacios para el desarrollo de la cultura de la creación en sus instalaciones. Los maker spaces existieron desde siempre en las universidades ¿Qué ha cambiado en los últimos años para que estos espacios se conviertan en una necesidad estratégica? ¿En qué se diferencian de los talleres mecánicos, electrónicos o de carpintería en las escuelas de arte y oficios tradicionales?
El ecosistema tecno-digital ha madurado a gran velocidad y está adquiriendo una identidad clara basándose en dos áreas fundamentales la información como materia prima y la programación como tecnología para explotarla. Este ecosistema en rápida expansión, requiere creadores y productores dotados de habilidades técnicas distintas a la generación que inició la economía de Internet. Una nueva generación según el investigador canadiense Don Tapscott de prosumidores (consumidores capaces de customizar productos) y especialistas en customización en masa (fabricantes de productos personalizadas según los deseos de cada consumidor) está tomando el relevo. Potentes impresoras 3D, fresadoras robotizadas y cortadoras láser de los espacios maker están ayudando a desarrollar esta nueva economía. Por otro lado, diferentes gadgets, accesorios y apps para smartphones y tablets, están sustituyendo a dispositivos que costaban miles de euros.
El nuevo ecosistema tecnológico de hacedores Makers plantea necesidades sociales y empresariales distintas. Este movimiento no solo impulsa la creación de objetos y artefactos tecnológicos, también acoge a actividades de creación artística, cinematográfica, musical y la literaria usando la tecnología como vehículo de expresión. Esta nueva forma de expresión requiere habilidades personales distintas, entre ellas destacan: el emprendimiento, el pensamiento programático, el diseño estratégico, junto con, el trabajo en equipo, la resiliencia y la perseverancia según apuntan Marc Prensky y Stephen Heppell. La minería de datos, los dispositivos de diagnóstico y medición personalizados por los investigadores, están cambiando los protocolos de análisis e interpretación de datos, la elaboración de conclusiones y la presentación de resultados, de la investigación tradicional. Curiosamente estos nuevos recursos no se pueden desarrollar con clases magistrales.
Las universidades tienen que apostar por los creadores-hacedores a todos los niveles y en todas las áreas de conocimiento. Los entornos universitarios deberán convertirse en espacios abiertos a cualquier emprendedor para mejorar sus capacidades técnicas, económicas, culturales o emocionales. El campus debe convertirse en un gran espacio Maker sumando diferentes núcleos de creación, permitiendo a los alumnos de diferentes áreas de conocimiento intercambiar ideas y experiencias. La vida en un campus universitario no debería limitarse a la asistencia a clases magistrales y laboratorios con prácticas prácticas programadas. El aprendizaje creativo de carácter abierto e informal, no sigue programas repetitivos. Aprender a emprender es complejo, empieza por aprender a crear y arriesgar, para a continuación evolucionar y crecer. No puede haber creación sin emprendimiento, no tiene sentido crear objetos o servicios que no beneficien a otras personas. Las universidades del siglo XXI están obligadas a apoyar a los emprendedores, su auto disciplina es un referente para los estudiantes de cualquier edad y sexo. El servicio que pueden ofrecer los entornos universitarios a través del emprendimiento económico y social es incalculable, actuando como viveros para micro empresas y plataformas de emprendimiento, cultivando aptitudes y actitudes más allá de la técnica y el conocimiento aséptico, especialmente en países con altas tasas de desempleo entre los jóvenes.
El movimiento de hacedores Makers se convertirá con el tiempo en una de las piedras angulares del sistema educativo y universitario. Necesitará algunos años para ser una alternativa laboral y económica sostenible con el apoyo del emprendimiento, experimentará momentos de euforia y sufrirá de incontables desilusiones, pero terminará con renaceres y grandes éxitos.
Este es el objetivo del SEKLAB, el vivero de talento que equipará con la energía y el entusiasmo se la comunidad de creadores Makers de la UCJC.