DÍA DEL LIBRO- 23 DE ABRIL DE 2023

PROGRAMA UNIVERSITARIO EN COMPETENCIAS SOCIOLABORALES

Ilustración de Fernando Romo Martín, Capitán y Consejero Asesor de Campañas Marítimas en Greenpeace

Para celebrar el Día del Libro compartimos estos espléndidos cuentos de nuestros estudiantes del Programa Universitario en Competencias Sociolaborales de la Universidad Camilo José Cela.

Agradecemos un año más la colaboración de Fernando Romo Martín, Capitán y Consejero Asesor de campañas marítimas en Greenpeace, que ha creado las ilustraciones.

¡Gracias, estudiantes, directora, profesores, coordinadores y voluntarios por hacer posible esta actividad!

¡OS DESEAMOS UN FELIZ DÍA DEL LIBRO!

Sonia Betancort Santos

EL ÁRBOL QUE SALVÓ AL ANCIANO

Había una vez un árbol que sabía hablar con la gente y les contaba que no era bueno que talaran árboles porque ellos eran los que les daban la vida y que si los talaban no habría oxígeno. Un día, un anciano se quedó hablando con el árbol y le contó que sus antepasados no sabían lo malo que es talar árboles, que no les importaba nada y que durante miles de años se siguió talando. El árbol le contó que ojalá hubiera más gente que comprendiera a los árboles. El viejecito, el día de su muerte, pidió que la tumba fuese debajo del árbol que se había convertido en su mejor amigo. Pues el árbol le había dicho que, si lo enterraban allí, su espíritu se quedaría en él y le prometió que ese árbol sería imposible de talar.

Ilustración de Fernando Romo Martín, Capitán y Consejero Asesor de Campañas Marítimas en Greenpeace

ALBERTO MERLO HUESO,
estudiante del Programa Universitario en Competencias Sociolaborales-UCJC

CUANDO MI AMIGA BRI NOS MOSTRÓ SU DON INNATO PARA VOLAR
Cuento inspirado en Harry Potter

Hola de nuevo, estimados lectores. Soy Logan Dad Rayan Bri, tengo 23 años. Nací en Vietnam, Irlanda y Noruega. Me crie, primero, en Nueva Zelanda, concretamente, en la cultura maorí y, después, en Francia y Suecia. Soy metamorfomaga y poseo el poder del cambio rápido. Tengo una mezcla de culturas y las muestro habitualmente en los colores que uso, en las prendas y en los tonos de cabello que llevo. La cultura maorí puede notarse más porque suelo mostrar todos los viejos tatuajes de mi cuerpo. La historia que os voy a relatar esta vez es sobre cómo descubrí que era capaz de volar sin escoba.

La historia comienza así: era una mañana de septiembre, mis amigos y yo estábamos en clase de vuelo. Esa mañana decidí ponerme una camiseta azul cielo con el mensaje en rojo que decía “Francia es la mejor”. La combiné con una camisa a cuadros verde y una sudadera sin mangas amarilla que dejaba al descubierto todos mis viejos tatuajes, mi chupa de cuero, mis vaqueros azules, un cinturón blanco y mis deportivas blancas. Decidí ponerme el cabello de tono azul neón, unos piercings en las orejas y una cadena de oro imperial con un zafiro.

La profesora nos dijo: —Hoy aprenderemos a volar en escoba. Poneos delante de ellas y decid “arriba”. Todos lo hicimos, así nos preparamos para volar. Entonces, la profe nos dijo: —Dad una suave patada y elevaos un poco. Todos lo hicimos, algunos de mis amigos la dieron tan fuerte que se elevaron hasta el cielo. A mí también me pasó lo mismo, la intenté agarrar para que pareciera todo normal, pero se me escurrió dejándome suspendida en el aire. Sorprendida pensé: ¿cómo es que no lo he mostrado antes? Todos sabían que tenía ese don, pero nadie lo había presenciado antes. Me gustó la sensación extraña de no sentir nada que me anclase. Fui en busca de mi amiga Lili, ella se había ido hasta el cielo por pasarse de fuerza con la patada. Estaba a cien o mil metros de altura, yo volé hacia esa dirección, la rescaté y bajamos a tierra. Una vez allí todos se quedaron sorprendidos, incluso mis amigos, ellos me preguntaron: —¿Cómo lo has hecho? Yo negué con la cabeza y me encogí de hombros.

Esta fue una de las veces que usé el don. La primera vez que lo hice fue cuando mi amiga Lili me invito a dormir en su casa. Vivía en Halloweentoonw, lo típico de allí es que las casas estén encantadas. La de mi amiga es una excepción en esa zona, ya que es la única que no lo está. Lili me pidió que usara la puerta para entrar en lugar de la ventana, pero yo la comprendí del revés por lo que usé el don. Para ello, una vez allí, ¡pum!, me estampé contra ella, bajé al suelo, atravesé la puerta y, una vez estuve dentro, le pregunté: —Lili, ¿tu casa no estaba encantada? Ella se rio y me respondió: —Bri, no soy como tú, aunque viva en Halloweentoonw, la ciudad de los monstruos, eso no quiere decir que tenga una vivienda especial. Yo la entendí y le respondí: —Tienes razón. Me gusta que sea así porque está bien mostrar un poco de realidad. Nos sentamos en su cama y ella me preguntó: —¿Qué tal vas con nuestro amigo Mackenzie? Yo le respondí: —Bien, me gusta más que como un amigo, pero no me atrevo a confesarle lo que siento. Me llevo sintiendo así desde que lo vi por primera vez, pero el problema es que me pasa lo mismo con otro chico aparte de él. Ella comprensiva me dijo: —Esta noche hemos quedado todos en el Bar del Espectro Feliz, él estará, así que podrás confesárselo en persona. Seguro que él sintió lo mismo que tú.

Yo le sonreí de manera tranquilizadora. Lili sugirió ir a dar un paseo por la ciudad, cogió su vieja escoba marca estronoreon 201995, yo abrí la ventana y echamos a volar en el cielo nocturno. Lili me llevó a su lugar favorito de la ciudad, el árbol petrificado. Era un viejo sauce boxeador que ya no funcionaba bien, de allí nos dirigimos al Bar del Espectro Feliz, aterrizamos y saludamos a nuestros amigos. Yo les invité a todos a una ronda de cervezas de mantequilla y aproveché ese momento para confesarle a Mackenzie lo que sentía por él. Al parecer Lili había acertado, él sentía lo mismo por mí. Le besé en la boca delante de todos y empezamos a levitar. Y esa es toda la historia, así es como demostré mi don. Nos vemos en la siguiente, hasta la próxima.

MARINA PÉREZ DE LEMA SEGOVIA,
estudiante del Programa Universitario en Competencias Sociolaborales -UCJC

ÁRBOL HABLA EN UN BOSQUE

Érase una vez que Matías estaba paseando por el campo en El Escorial a las 9:00 de la mañana y de repente ve dos árboles, sin hojas y sin manzanas o naranjas, que hablan. El primer árbol saluda al segundo árbol y le pregunta: —­¿Qué tal estás? ¿quieres que demos un paseo? El segundo árbol dice: —¡Estoy bien! Vamos a pasear por el campo.

Entonces van caminando tranquilamente por el campo hacia donde hay un espantapájaros mientras que Matías los sigue. Cuando los árboles están muy cerca del espantapájaros, cogen su sombrero y ven que dentro hay una manzana roja y unas hojas verdes. Entonces cogen el sombrero y se lo llevan para ponérselo en encima. Es ahí cuando van hacia Matías que ve que los árboles tienen ya hojas y manzanas. Y como Matías tenía hambre, coge una manzana para comérsela a grandes mordiscos.

GUILLERMO RAFFERTY GARCÍA,
estudiante del Programa Universitario en Competencias Sociolaborales- UCJC

Ilustración de Fernando Romo Martín, Capitán y Consejero Asesor de Campañas Marítimas en Greenpeace

LA MUJER

Si pudiéramos volar, nuestra vida sería más sencilla, más feliz y divertida. Las ciudades se verían más bonitas y lujosas al igual que espaciosas y libres de contaminación. Los pájaros pensarían que sería extraño ver a un humano volando. El mundo sería muy diferente a como es hoy, teniendo que aprender a dominar la habilidad de volar y hasta sería más costoso y restringido.

Para contar esto mejor hay que creer que realmente es posible volar. Esto solo pasa cuando se avistan sucesos en reportajes y grabaciones. Como por ejemplo se cree ver a una persona pasar a 1235,5 km/h rompiendo la barrera del sonido, o el que puede sostener toneladas enteras. No se demuestra que esos hechos existan, pero si se avistan cosas así, puede ser posible el siguiente caso:

Esto sucede en Portland, Maine, donde las costas se veían tranquilas y la ciudad bien poblada de coches circulando. Howard era un reportero que salía de su Starbucks habitual con un café en la mano. Tenía en mente presentar su nueva noticia sobre las catástrofes naturales de las que estaba oyendo hablar. Esperaba poder ganar un premio Pulitzer si hacía bien el reportaje, aunque con lo que sucedió a continuación, estaba seguro de que lo ganaría de verdad.

Eran las 12:25 AM del 2 de febrero de 2023, se había reunido con su fotógrafo para captar los restos de un incendio forestal, cuando al sacar las fotos, de entre las personas, se captó a una mujer que, de una toma a otra, llegó a desaparecer de manera un tanto inusual. Nadie más habría visto aquello, ni siquiera se distinguía el rostro en las fotos, pero se veía la acción de aquella mujer, había despegado del suelo, pues en la última foto ya no estaba. Solo eso sirvió para ampliar su historia, era algo nunca visto.

La historia de la mujer voladora fue una sensación, siendo que parte del público estaba asombrado por aquel hecho, mientras que otra parte no le encontraba algún sentido, pensando que podía ser una farsa. Los días pasaron y no se volvió a saber sobre la misteriosa mujer. Solo algo estaba claro, tarde o temprano se habría descubierto aquel secreto y la mujer lo sabría, por lo que esta no tardó en seguir a Howard. Llegó a su apartamento por la ventana, esperándolo en su estudio. La figura femenina se presentó como una mujer asiática de 1.60 m con peinado semirrecogido y vestida con una blusa blanca y falda negra.

Howard quedó perplejo, entendiendo que, si ella estaba allí, quería decir que supo de su reportaje. Es ahí cuando le permitió conocerla a través de una pequeña entrevista. La mujer no quiso aclarar datos básicos como su nombre, edad y demás, prefería mantener su identidad civil oculta, tan solo le contó el lugar de donde provenía, la Montaña Hua. Allí los lugareños practicaban toda clase de técnicas y prácticas milenarias, entre ellas, el control de la energía espiritual, canalizándola para, en su caso, poder volar. Era todo un mundo lleno de misticismo que Howard de primeras no podía comprender. No era habitual para él saber que se podía aprender a hacer cosas impensables como volar, pero tampoco le hacía falta entenderlo, tan solo llegaría a un acuerdo con ella de no revelar su identidad, pues en los periódicos solo sería nombrada como “La Mujer”.

Una semana después, todo se veía tranquilo. El reportero se preparaba para recibir su ansiado premio gracias al éxito de su último reportaje, pues a través del testimonio de “La Mujer” ahora más gente se veía interesada en aquella cultura, incluso, había quienes deseaban practicarla si es que realmente podían obtener resultados. Caminando por la calle hasta un amplio descampado, no pensaba contar con su fotógrafo, solo quería estar tranquilo por aquel momento, respirar profundamente, sentirse libre, como si estuviera… ¿volando?

Llegó a cerrar los ojos por un momento y, cuando volvió a abrirlos, ya estaba como a veinte metros alejado del suelo, cavilando que podría estar volando con tan solo pensarlo o, incluso, que estuviera soñando. Pero no podía ser, pues notaba la brisa en la cara y unas manos sosteniéndole en el aire. No podía girar la cabeza para ver a la contraria, pero no hizo falta, sabía que se trataba de aquella mujer que podía volar, aquello era mejor que un sueño, era libertad, era vivir.

JAVIER CRUZ CARO,
estudiante del Programa Universitario en Competencias Sociolaborales-UCJC

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