Prof. Luis Jimenez
Instituto del Transporte y de la Logística – ITL
Universidad Camilo José Cela
Hace solo un par de semanas se estrenó “Selma”, la película que rememora las marchas lideradas hace 50 años por el Reverendo Martin Luther King (MLK) entre las ciudades de Selma y Montgomery en Alabama para protestar por la falta de leyes que garantizaran los derechos civiles de las personas de color (y sobre todo por la no-aplicación de las que habían por parte de algunos estados sureños, sobre todo en Alabama).
En particular, las marchas se desarrollaron para conseguir que se hiciera efectivo el derecho a voto de la población negra. A pesar del reconocimiento de la ley, en el estado de Alabama las administraciones locales, incluyendo alcaldes, sheriffs y con la connivencia de algunos fiscales y jueces, ponían todo tipo de trabas administrativas e injustas para anular el efecto de esas leyes y dejarlas sin una cobertura real.
Como todos sabemos, el incesante y constante trabajo del Reverendo King en su lucha a través de medios pacíficos, se basó en la doctrina de resistencia pasiva y no-violenta proclamada y practicada por Mahatma Gandhi contra el gobierno británico en la India, que culminó en la independencia de ese país-continente. Además de basarse en los milenarios preceptos cristianos de “poner la otra mejilla”.
El gran trabajo pacifista de MLK le llevó a ser elegido para recibir el Premio Nobel de la Paz en diciembre de 1964. Este es el punto de partida de la película, que ahora nos sirve para hacer un breve repaso de la historia del desarrollo de los derechos civiles en los Estados Unidos de América.
Como punto de partida, tendremos que remontarnos a la Constitución de los EEUU, el documento fundamental que determina las reglas que rigen la relación entre los individuos y el estado, y así entender mejor la diferencia entre “derechos” y “libertades” y cómo estos conceptos se han plasmado a través de enmiendas, leyes y jurisprudencia.
Libertades y Derechos Civiles.
Aunque muchos usan estos dos términos de forma intercambiable, en realidad ellos definen dos aspectos bastante distintos de nuestra relación con el estado y la sociedad. En su libro “Derechos Civiles y Libertades”, el Profesor Harold J. Sullivan de la City University of New York, nos habla de la importante diferencia entre ambos:
“Las libertades civiles se refieren a esas restricciones sobre los gobiernos que deja libre al individuo para pensar y a veces actuar como quiere sin sufrir interferencia del gobierno”.
“Los derechos civiles, por el otro lado, se refieren a la protección positiva que el gobierno le debe a cada individuo como ciudadano o participante en la sociedad”.
Para mejor entender el desarrollo de los derechos civiles en Estados Unidos, por un lado tenemos que empezar por los orígenes constitucionales, así como su desarrollo en las enmiendas. Por otro, ver algunas leyes nacionales que el Congreso adoptó para ampliar y aplicar el alcance de las metas sociales y legales que se hacían necesarias.
El desarrollo constitucional.
La Constitución americana, aprobada por el Congreso Constituyente en 1789, determina el significado práctico de estos términos por ser el documento legal que asigna y distribuye el poder entre los gobiernos federal y estatal, así como la relación entre ambos.
En la Carta de Derechos (“The Bill of Rights”), los primeros diez artículos (Amendments), enmiendan la Constitución y sirven para poner límites explícitos sobre el poder del gobierno nacional, se aprobó en 1791.
En su libro “Freedom and the Court” (“La libertad y el Tribunal”), el profesor Henry J. Abraham de la Universidad de Virginia, nos dice que “Si existe una estrella fija en nuestra constelación constitucional, es que ningún funcionario, desde el más alto al más humilde, puede recetar lo que debe ser ortodoxia en la política, el nacionalismo, la religión, y otros asuntos de opinión, ni obligar a los ciudadanos a confesar por palabra o acto su fe…El mismísimo propósito de la Carta de Derechos fue retirar a ciertos sujetos de las vicisitudes de la controversia política, situarlos más allá del alcance de las mayorías y funcionarios, y establecerlos como principios a ser aplicados por los tribunales. El derecho de uno a la vida, la libertad, y la propiedad, a la libre expresión, a una prensa libre, a la libertad de religión y asamblea, y a otros derechos fundamentales no se puede someter a voto; y no depende el resultado de ningún voto electoral”.
Veamos qué dicen estas primeras diez enmiendas:
Enmienda 1: “El Congreso no aprobará ninguna ley que establezca, o prohíba el libre ejercicio de una religión; que acorte la libertad de expresión o de prensa, ni que afecte el derecho del pueblo a reunirse de manera pacífica, y a peticionar al gobierno para que sus quejas sean atendidas”.
Enmienda 2: “Una bien-reglada milicia, siendo ésta necesaria para la seguridad de un estado Libre, el derecho de los ciudadanos a tener y portar armas no será violado”.
Enmienda 3: “Ningún soldado será alojado en ningún hogar, sin el consentimiento de su propietario, incluso en tiempo de guerra, pero según lo dictado por la ley”.
Enmienda 4: “El derecho del pueblo a la inviolabilidad de sus personas, hogares, documentos y efectos, y la protección contra las búsquedas y apropiaciones no razonables, y ninguna orden judicial de búsqueda y captura se emitirá sin existir una causa probable…”.
Enmienda 5: “Ninguna persona tendrá que responder a una acusación grave a no ser que sea resultado de cargos presentados por un gran jurado…o en tiempos de guerra o peligro público; ninguna persona será juzgada dos veces por la misma ofensa cuando su vida corra peligro, ni ser obligada a declarar contra sí misma en un caso criminal; ni que su vida, libertad ni propiedad sea arrebatada sin el debido proceso legal; ni la propiedad privada confiscada sin una compensación justa”.
Enmienda 6: En todo procedimiento criminal, el acusado disfrutará el derecho a tener un juicio público y rápido, por un jurado imparcial en el Estado y distrito donde el crimen fue cometido; que sea informado de la naturaleza y causa del crimen que se le acusa; de poder ser confrontado con los testigos de cargo; de ejercer el poder de pedir la comparecencia de los testigos a su favor; y de gozar de la asistencia de un abogado que se encargue de su defensa”.
Enmienda 7: En las Demandas por Derecho Común, cuando el valor de la controversia sea más de 20$, se preservará el derecho a que el juicio sea por un jurado, y ningún hecho en un juicio por jurado será re-examinado por ningún tribunal de los Estados Unidos que no sea de acuerdo con las normas del Derecho Común”.
Enmienda 8: No se pedirá una fianza ni multas excesivas; ni se infligirá ningún castigo cruel e inusual.
Enmienda 9: La inclusión en la Constitución de ciertos derechos no se interpretará como la negación o menoscabo de otros derechos del pueblo”.
Enmienda 10: “Los poderes que la Constitución no haya delegado al (gobierno de) los Estados Unidos, ni prohibido a sus Estados, serán reservados para los (gobiernos de los) Estados respectivamente, o al pueblo”.
No obstante son las enmiendas promulgadas después de la Guerra Civil: las Enmiendas 13 (1965), la 14 (1868) y la 15 (1870), las que ampliaron los derechos civiles, y se deben tener en cuenta para un mejor entendimiento del desarrollo de estos derechos.
Estas protecciones adicionales fueron aprobadas para garantizar que los afro-americanos tuvieran la protección contra las leyes hostiles por parte de esos estados donde se había practicado la esclavitud (en su mayor parte estados sureños del “Deep South”: Alabama, Georgia,Louisiana, y Mississippi). Estos son sus textos:
Enmienda 13: “Ni la esclavitud ni servidumbre involuntaria existirá en los Estados Unidos ni en ningún lugar de su jurisdicción, excepto como castigo por un crimen donde el individuo haya sido declarado culpable”.
Enmienda 14 (Sección 1): “Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos y sujetas a su jurisdicción, son ciudadanos de los Estados Unidos y del Estado donde residan. Ningún Estado aprobará o hará cumplir ninguna ley que recorte los privilegios o inmunidades de los ciudadanos de los Estados Unidos; ni ningún Estado quitará la vida, libertad o propiedad de ninguna persona sin el debido proceso legal; ni negarle a ninguna persona la protección igualitaria de la ley dentro de su jurisdicción”.
En realidad, las enmiendas citadas arriba fueron restricciones para poder obligar a los Estados a cumplir con unos estándares nacionales que garantizaran los derechos y libertades civiles. Sin embargo, estos estándares también tuvieron que contar con las decisiones del Tribunal Supremo (“The United States Supreme Court”), la máxima instancia que interpreta y decide sobre la constitucionalidad de las leyes en los Estados Unidos.
El papel legítimo e importante de la judicatura en el sistema americano es fruto de la división de tres poderes independientes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), que as su vez forma un parte de un sistema de contrapesos (“checks and balances”) diseñado para evitar abusos por parte de cualquiera de ellos.
Las decisiones del Tribunal Constitucional, basadas en casos anteriores (“case law”) permiten modificar el alcance de la aplicación de las enmiendas constitucionales y ajustarlas a las cambiantes circunstancias, necesidades y expectativas sociales y legales en la sociedad a lo largo de los años.
De hecho, ha habido muchas decisiones que han ampliado y restringido los derechos civiles. Pero esto es otro asunto que se tendrá que contar en otra ocasión…
Pero, volviendo a nuestra película…El Reverendo King logra presionar y convencer al gobierno y a su Presidente Lyndon B. Johnson, que actúe de forma contundente y atrevida. Se trata de dar a luz la promesa del recién asesinado Presidente Kennedy (Johnson fue su Vice-Presidente) para que la ley de Derechos Civiles se haga realidad.
Tal y como narra “Selma”, las marchas surtieron su efecto porque constataron la represión brutal que por parte de departamentos de policía y sheriff era la respuesta habitual, alentada por la cobardía y connivencia de jueces y jurados (todos blancos, por supuesto) que miraban hacia el otro lado y no querían ni tenían la valentía para aplicar las leyes y hacer justicia.
Johnson se encontró en el medio de un torbellino de presiones: Por un lado la creciente respuesta de sectores radicales de la población negra, que desataron disturbios a lo largo y ancho del país. Por el otro, la pérdida de apoyo social y descontento cada vez más generalizado en el país con la guerra en Vietnam, que obligó al Presidente a renunciar a su candidatura para un segundo término al frente del ejecutivo.
Muchos sectores de la sociedad presionaban a Johnson para que fuera fuerte y tuviera mano dura con los grupos pacifistas anti-guerristas, al igual que con los activistas negros y los disturbios en las grandes ciudades. Las ciudades ardían y las muertes en la antigua Indochina se convirtió en una sangría insoportable e inexplicable para el pueblo americano.
En enero de 1964 el Congreso americano aprobó otra enmienda que, en su Primera Sección, obligaba a los Estados a dejar la peor práctica de trabas administrativas para discriminar contra los negros en el sur:
Enmienda 23: “El derecho de los ciudadanos de los Estados Unidos para votar en cualquier votación primaria u otra votación para elegir al Presidente o Vice-Presidente, Senador o Representante en el Congreso, no será negado o recortado en los Estados Unidos o cualquier Estado por el impago de cualquier impuesto de votación u otro impuesto”.
Desgraciadamente, algunos Estados (sobre todos los sureños, remanentes del antiguo régimen esclavista) seguían con sus prácticas discriminatorias, y muchos actos criminales continuaban sucediéndose por grupos racistas y radicales supremacistas como el Ku Klux Klan contra ciudadanos de color e instituciones negras (iglesias, colegios), que incluso fueron dirigidos contra aquellos ciudadanos blancos valientes (en su mayoría jóvenes universitarios) que iban al sur para apoyar las asociaciones cívicas de color y ayudar a registrar a los negros para que éstos pudieran ejercer su derecho al voto.
El desarrollo de las Leyes Civiles
No obstante, Johnson tuvo la valentía de hacer cumplir el sueño de Kennedy y los demócratas, y movilizó al partido, creando la suficiente presión en el Congreso para que al final se aprobara la Ley de Derechos Civiles de 1964. Esa ley fue el pistoletazo de partida de lo que fueron otras a nivel nacional entre el 1964 y 1968, y que ahora resumimos:
La Ley de “Civil Righs Act of 1964”.
La hemorragia de los disturbios tuvo un efecto aglutinador que por primera vez unió la atención y esfuerzos de muchas fuerzas sociales. Uno de los grupos más influentes, y que históricamente también había sufrido mucha discriminación por razones religiosas y étnicas, la población judía, se puso de parte de los afro-americanos para atajar la discriminación. Los hispanos, así como los grupos organizados de mujeres (principio del movimiento feminista), también se sumaron al clamor por un cambio serio y real.
Los políticos de todo el espectro: no solo los demócratas (liberales) sino también los republicanos (conservadores) confluyeron en el reconocimiento de que algo tenía que hacerse urgentemente para evitar que el país entero terminara hundido en las cenizas de lo que iba a ser otra guerra civil.
El resto de interlocutores sociales, como los sindicatos, denominaciones religiosas de todo tipo, estudiantes en institutos y universidades, todos se unieron a lo que se convirtió en una oleada cívica que pedía y apoyaba un cambio para salvar al país.
El 2 de julio de 1964 el presidente Johnson firmó la Ley Pública 88-352 (42 US Code, Chapter 21), conocida como “The Civil Rights Act of 1964” se aprobó para garantizar oficialmente que ya no se toleraría más discriminación en los Estados Unidos, y prohibiendo todo tipo de discriminación debido a condiciones de la raza, color, religión u origen nacional de sus ciudadanos.
El preámbulo de la Ley deja claro que: “…aquellos que son iguales ante Dios ahora también lo serán en las urnas, en las aulas, en las fábricas, y en hoteles, restaurantes, cines y otros que lugares que dan servicio al pueblo”.
El título VII de la Ley decreta ilegal la discriminación por razones de: raza, color, religión, sexo y origen nacional (y más adelante se añadió género y embarazo). Además, la Ley crea la Comisión de Oportunidades Iguales en el Empleo (“Equal Employment Opportunities Commission” – E.E.O.C.) con amplios poderes para luchar contra la discriminación en el empleo.
Como escribió Dickens en su clásico libro “A tale of two cities” (Un cuento de dos ciudades), “este fue el mejor de los tiempos, y el peor de los tiempos”. Muchos fueron los que cayeron por el camino: Primero Kennedy, después el Rev. King, y más tarde Bobby Kennedy, que había sido Fiscal General en el gobierno de su hermano y luchado por los derechos civiles (y después y a la sazón candidato presidencial).
Pero hubo otros más: Antes de caer King, el líder negro extremista y separatista Malcolm X fue asesinado (él fue como la otra cara de la moneda de King, primero fundando el grupo activista Musulmanes Negros, para después unirse y acabar rechazando a la Nación del Islam). Los asesinos fueron todos de color, miembros de la Nación del Islam, aunque se sospechó que fue el FBI.
Más tarde George Wallace, el gobernador racista de Alabama que fue tiroteado y terminó sus días en una silla de rueda, arrepentido de su pasado. Cientos y cientos de blancos y negros fueron asesinados, colgados, quemados, linchados y no llegaron a ver el fruto de tanto esfuerzo colectivo y el deseo de un país de acabar con el racismo y la discriminación
El precio fue alto y muy doloroso. El resultado: Una ley que por fin garantizó y dio cobertura a los derechos civiles de todos los americanos. Un largo camino, que no ha llegado a su fin y que todavía tiene un largo recorrido que hacer.
Martin Luther King terminó la marcha más grande de todas, la de Washington, con su famoso discurso titulado “Tengo un sueño” (“I have a dream”) que resume con bellas palabras el sentimiento que engendró esa ley:
“Tengo un sueño que algún día mis cuatro hijos pequeños vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”.
La ley “Voting Rights Act of 1965”
El Congreso de los EEUU, una vez derribada la barrera por la Ley del 1964 y apremiado por la alarma de los disturbios y el clamor social de las marchas, se envalentó y en 1965 aprobó la Ley de los Derechos de Voto, facilitando la inscripción de voto a los negros sureños e ilegalizando las pruebas de analfabetismo, los impuestos para votar y el resto de requisitos que se utilizaban para negarles a los negros el derecho de voto.
La marcha de 25.000 personas de Selma a Montgomery fue el catalizador para que el Congreso aprobara esta ley, que garantizaba a todos los americanos mayores de 21 años el derecho a registrarse para votar.
Desgraciadamente, el 4 de abril de 1968, el Reverendo King moría a la edad de 39 años, asesinado por un ex-convicto racista blanco, que le disparó a MLK cuando éste se encontraba en el balcón de un hotel en Memphis, Tennessee donde se alojaba.
La ley “Civil Rights Act of 1968”.
Una semana más tarde, Lyndon Johnson firmaba el “Civil Rights Act of 1968”, que prohibió la discriminación en la venta, alquiler y financiación de viviendas.
Era otro paso más, y ya no habría marcha atrás, a pesar de las decisiones de la Corte Constitucional, que con el vaivén de los tiempos, he ido ampliando y recortando los derechos civiles, sobre todo en lo que se refiere a “Affirmative Action”, las medidas e “acción afirmativa” que se tienen que dar para compensar los efectos de la discriminación en el pasado e igualar las reglas de juego en el campo del empleo.
Algunos partidarios de recortar estas medidas las han llegado a llamar “discriminación reversa”, y en algunos estados como California, los ciudadanos han propuesto que se limiten esas cuotas compensatorias para incluir a negros, miembros de las minorías y mujeres en los campos de la educación y el empleo.
Esta es la otra cara del “sueño”, y la historia todavía no se ha terminado; se sigue escribiendo con cada decisión del alto tribunal. Esa es la verdadera historia de los derechos civiles en los Estados Unidos de América, que sigue evolucionando con el paso del tiempo. Como debe ser.