Hablemos de historias, de anécdotas que hacen que nuestra piel se erice, que nos riamos a carcajadas, que nuestros ojos se pongan vidriosos… Al leer esto, seguro que se te ha venido a la cabeza algún momento especial o has recordado a alguien que te contó una historia.
Esa anécdota o historia está guardada en tu cabeza y cada vez que la recuerdas te invade algún tipo de sentimiento, de emoción.
Todo tiene una explicación y, como casi todo, la respuesta está en nosotros mismos, más concretamente en nuestro cerebro. Como ya sabrás, nuestro cerebro se divide en dos hemisferios (izquierdo y derecho) y cada uno tiene una singularidad. Así, el derecho guarda más todo lo que tiene que ver con las emociones, con los sentimientos, con la creatividad, mientras que el izquierdo es el encargado de la racionalidad, de la objetividad o de lo analítico.
Pero además, nuestro cerebro tiene como “varios pequeños cerebros diferentes” que se han ido desarrollando a lo largo de la evolución del ser humano. Así tenemos lo que se llama el cerebro reptiliano, el cerebro más básico y el que nos lleva a esos impulsos animales incontrolables y que nos alerta de peligros, el que nos alerta cuando no hemos comido o el que hace que no nos olvidemos de respirar. El límbico, el que nos lleva a emocionarnos y el neocortex, el que nos ha dado el habla o el pensamiento avanzado.
Gracias a las últimas novedades tecnológicas y científicas, el estudio del cerebro ha podido derivar a campos como el de la publicidad, el marketing y la política creando especialidades como el neuromarketing o la neuropolítica.
Esto ha servido para identificar estas áreas y poder usar diferentes técnicas para llegar a nuestros dos cerebros más primarios, el reptiliano y el límbico.
Seguro que llegados a este punto, no entiendes mucho de qué va esto. Pues bien, compramos, actuamos e incluso votamos por emociones y sensaciones; por eso, últimamente vemos anuncios que nos cuentan una historia de una persona con la que seguro te puedes sentir identificado, es como si esa historia pudiera ocurrirte a ti o a alguien que conoces.
El “truco” del storytelling es hacer que esas historias las identifiquemos con nuestro entorno, que no sea algo disonante, que desde el lenguaje a las imágenes seleccionadas pasando por la música o el olor, nos toquen esas partes del cerebro que hagan que algo en nuestra cabeza lo sienta como suyo o nos recuerde algo.
En el nuevo grado en comunicación aprenderás a llevar a cabo esta técnica que ha venido para quedarse porque, como ya sabes, lleva con nosotros tanto tiempo como nuestros dos lados del cerebro.