Enamoradas del asesino

Escrito por:  José Julio de la Fuente Blanco

Periodista y criminólogo

El nuevo caso del adolescente que mató hace unos días a un profesor con una ballesta en un colegio de Barcelona me ha recordado otros casos mediáticos parecidos, como el de José Rabadán, el chaval que acabó a golpe de katana con la vida de sus padres y de una hermana con síndrome de Down; Miguel Carcaño, el asesino confeso de Marta del Castillo; o Andrés Rabadán, el joven que hace 20 años se cargó a su padre apretando también una ballesta, entre otros.

El protagonismo y la sobreexposición en los medios de comunicación de masas les ha reportado la indignación, la repulsa y la condena de la población en general. Pero, en ocasiones, este tipo de delincuentes varones y famosos reciben también cariño y admiración de algunas mujeres, seducidas por su físico, por su poder o por su maldad más pura. El tópico de que las chicas siempre prefieren al malo de la película a veces se hace realidad.

El fenómeno, que en España afecta especialmente a jóvenes criminales, en Estados Unidos tiene nombre desde hace años. Les llaman las ‘killers groupis’, es decir, las fans de los asesinos. Su comportamiento ha sido analizado profusamente, especialmente en la rama de los asesinos en serie, que son los que más arrastran a este tipo de admiradoras.

charles yelaine

El caso más conocido y el primero de los estudiados a fondo fue el de Charles Manson, uno de los mayores asesinos de Estados Unidos, quien reclutó un ejército de fans a modo de secta criminal que comandó y mató, entre otras personas, a la actriz Sharon Tate, la mujer del director de cine Roman Polanski. Un tipo que bien había servido de inspiración para el personaje de Joe Carrol en la actual serie televisiva ‘The Following’, que recomiendo porque narra con todo lujo de detalles la seducción del mal, la atracción del psicópata y el fenómeno de ‘serial killers groupis’.

Desde que fue apresado en 1969 hasta hoy, Manson ha recibido entre rejas cientos de cartas de admiradoras, algunas proponiéndole matrimonio. Y de hecho, ese deseo casi llega a hacerse realidad. El año pasado, el condenado, de 80 años, se comprometió con Elaine Burton, de 27. Sin embargo, a pocos días del enlace, la boda fue cancelada porque las verdaderas intenciones de Elaine era esperar a que su esposo se muriera para hacerse con su cuerpo y enriqueciéndose exponiéndolo en una cripta de cristal en California.

CARTAS DESDE LA CÁRCEL

No todos los casos llegan a estos extremos. De hecho, la mayoría acaban en boda y en pretensiones menos macrabas. Pero, ¿cómo se pasa de un simple amor platónico a un matrimonio en la cárcel? Empecemos analizando los casos más cercanos a nosotros, los ocurridos en España. Y comencemos rebuscando entre la correspondencia de los penados. Porque frente a un mundo actual de las comunicaciones instantáneas por Whatsapp y Skype, en las prisiones las cartas manuscritas siguen teniendo el valor de antes. Y son el verdadero nicho de la afectividad, el romanticismo y el enamoramiento.

Eso es lo que le pasó a Bonaventura Durall, la novia del primer asesino de la ballesta. Explicó que llegó a Andrés a través de una exposición en la que se exhibían sus dibujos. Le gustaron sus obras y empezó a cartearse con el hombre que a los 20 años había matado a su padre clavándole cuatro flechas a su cuerpo. «Me gustaba su lunar y su manera de ser», reconoció la mujer.

Y, pese a reconocer algo de miedo intrínsico al asesino, cayó fascinada a sus pies, y años después se casaron en la prisión. Ahora, disfrutan juntos de los permisos penitenciarios. Y todo a pesar de lo que ocurrió, de los intentos de fuga de la prisión, de la amenaza de violar a una enfermera dentro de la cárcel. Parece que Bonaventura recibió un flechazo, pero de amor.

Esta compleja relación sentimental acabó en documental ‘Las dos vidas de Andrés Rabadán’. Parecida suerte corrió Juan José Garfia, conocido por la opinión pública de los 80 por sus continuos atracos e intentos de fuga de prisiones. Posteriormente, fue condenado por matar a un guardia civil, a un policía municipal y a un empresario. Confinado a una celda de máxima seguridad y en régimen especial de incomunicación, la vida del asesino pasaba aburrida hasta que un día una enfermera empezó atenderle dentro de la celda de unas dolencias en la espalda, siempre escrupulosamente observados por un carcelero.

El roce hizo el cariño y Marimar, hija de un guardia civil pero autodenominada anarquista cristiana, se acabó finalmente casando con el reo. Lo hizo, en sus palabras, porque se enamoró y porque creía en su reinserción en la sociedad. Su idilio fue llevado también al cine bajo el título ‘Horas de Luz’, película dirigida por Manolo Matjí e interpretada por los actores Alberto San Juan y Enma Suárez. El cartel anunciaba el filme con una reveladora pregunta: «¿Puede el amor liberar a un asesino?».

puede el amor liberar a un asesino

En una entrevista concedida hace ya unos cuantos años al periodista Juan Carlos Rodríguez, Marimar respondía a dicha cuestión con contundencia. «A ver, ¿liberar a un asesino o a una persona condenada por asesinato? Porque son dos cosas diferentes. Para lo primero no tengo respuesta. Considero que un asesino es la persona que sale de su casa premeditadamente pensando en cargarse a alguien, o quien vende drogas a un niño. Pero no la persona que dispara para proteger su vida, como hizo Juanjo, aunque no sea justificable. Mi marido no es un asesino; es una persona condenada por asesinato», razonó.

asesino katana

En el caso del asesino de la katana ocurrió al revés. Fue él quien decidió ponerse en contacto con una chica, a la postre su novia, que era hermana de uno de sus compañeros de internado. Con el tiempo y las comunicaciones que mantenían, incluso con frecuentes ‘vis a vis’, ambos se convirtieron oficialmente su pareja de hecho. A pesar de ello, durante su estancia en el centro de menores, recibió cientos de cartas de admiradoras rendidas por su “personalidad” y sus cabellos rubios. Uno de esos correos llevaba la firma de dos chavalas que poco tiempo después mataron a puñaladas a una compañera de instituto en San Fernando (Cádiz).

plataforma apoyo carroña

Más actual es el caso de Miguel Carcaño, uno de los asesinos confesos de Marta del Castillo, la adolescente sevillana cuyo cuerpo sigue sin aparecer porque los implicados nunca han revelado el lugar exacto donde fue depositado. Entre barrotes, Carcaño recibe decenas de cartas de admiradoras, e incluso dinero. Incluso llegaron a abrie un página de apoyo en Internet –que luego fue eliminada poco después– en la que justificaban sus actos, depreciaban a la víctima y destacaban la hermosura del que llamaban «el criminal más atractivo de España».

ENCANTADORES DE SERPIENTES

¿Admiración, coqueteo con el mal, repercusión, notoriedad, lucro..? Muchas pueden ser las razones de las ‘killers groupis’ para enamorarse de un asesino. La criminología y la psicología nos dan las pistas para desvelar cómo puede llegar a crearse un vínculo personal de estas características entre una persona condenada por un hecho tan cruel y otra inocente en la calle.

La psicología ya ha definido estos comportamientos con palabras tan rimbombantes como malotefilia, hibristofilia, o síndrome de Bonny and Clyde. Aunque las características de cada caso son distintas, todas ellas poseen una serie de rasgos comunes: se sienten atraídas, de por su poder, por su capacidad de subvertir las normas, por un concepto oscuro, incluso gótico, del romanticismo desdichado.

La literatura y el cine nos aportan importantes ejemplos de grandes amores trágicos, sangrientos, pero apasionados, sin lugar para el aburrimiento. En el fondo, «la violencia nos seduce a todos, y ellas también pueden sentirse atraídas», señalaba el psiquiatra forense José Antonio García Andrade.

Son dos los perfiles mayoritarios de mujeres que se enamoran de asesinos y homicidas. En una primera categoría aparecen las buscadoras de emociones fuertes, aquellas féminas valientes, bien parecidas y seguras de sí mismas que se sienten atraídas por aquel que puede contravenir las normas.

Ven al condenado como una víctima de su pasado –muchos fueron maltratados de pequeños o recibieron afectividad alguna de sus progenitores–, y no como una fiera. Ellas sienten que tienen el control de un hombre, porque ellos están en la cárcel y ellas dirigen las actuaciones y los sentimientos desde fuera.

Además, les gusta la fama que les puede reportar esa relación y la conciben con un halo de crecimiento personal. De hecho, hay mujeres que se acercan a estos asesinos solo por afán de notoriedad. «Cuanta más fama tiene el criminal, más fans consigue», subraya la norteamericana Sheila Isenberg, autora del libro ‘Women who love men who kill’ (Mujeres que aman a hombres que matan).

Frente a las ‘buscavidas’, el otro perfil que abunda es el de la mujer enamoradiza, fascinada por el personaje y que actúa con el asesino más como una madre que quiere entender lo que le pasó y ayudarle a ‘volver a ser bueno’ que como una compañera sentimental. Su vida, por lo general, es gris, monótona y sin emociones.

Cuando tienes una vida con pocos logros y tus relaciones emocionales son un desastre imaginarte ser la novia o mujer de alguien tan peligroso y denostado al que puedes convertir o redimir tiene una recompensa emocional muy fuerte. Conseguir esa relación es un valor extraordinario para una vida con tan pocas recompensas positivas, hasta tal punto de que puedas negar obvio y distorsionar la verdad, diciendo que está en la cárcel por un mal juicio, que han manipulado las pruebas y que es inocente«, explica el conocido criminólogo Vicente Garrido.

En estos casos, la mujer puede llegar a ser manipulada por el asesino. Hay que tener en cuenta que muchos de ellos son psicópatas y, por tanto, están acostumbrados a fingir sensaciones y a engañar a las personas que les quieren. Por tanto, no es de extrañar que una persona sin estudios y con unas grandes expectativas emocionales pueda creer ‘a pies juntillas’ en lo que le diga el su famoso reo.

«Los psicópatas son seductores natos; no pueden vivir sin seducir. Seducen no por necesidad de afecto, sino para garantizarse vía libre a sus deseos. Tienen la capacidad de reconocer a los que son vulnerables: personas con una baja autoestima o que presentan carencias afectivas«, esgrime la psicóloga Sonia Tapias.

Los especialistas sostienen que muchas de estas ‘novias’ fueron maltratadas en el pasado y que ahora busquen en el criminal un elemento subconsciente con el que perpetuar este sufrimiento. Es el llamado síndrome de la bella y la bestia. Al principio, tienen miedo del asesino pero luego resultan fascinadas, sienten pena por él, quieren protegerles y caen rendidas a sus pies. «Este grupo de débiles e inseguras pueden ser peligrosas. Ellos encantadores de serpientes y a ellas les gusta cometer acciones para regalárselas o bien porque él lo pida», afirma la doctora en Medicina Legal y Forense María del Mar Robledo.

Sea como fuere, la prueba de fuego de estas complicadas y simbióticas relaciones será el día en el que los condenados abandonen la cárcel y convivan con sus novias sin correspondencia. Sólo en ese momento conocerán si su amor era realmente una fantasía, una necesidad de reconocimiento, o la constatación de un verdadero y compartido sentimiento.