Héctor, ganador con sus alumnos, de varios premios en emprendimiento, entre ellos el premio de mejor proyecto en 2018 en la Competición nacional de miniempresas de la Fundación Junior Achievement, mejor empresa de 2020 en Diamond Challenge Spain de la Universidad de Delaware o primer premio de StartInnova en 2019 de Diario ABC, entre otros.
Héctor, sabemos que no solo has formado a muchos alumnos, en tu disciplina, sino que los has motivado para emprender, para aportar su granito de arena al mundo. Cuéntanos sobre esa dimensión de tu docencia:
En mi primer año de docencia conocí, por medio de una tercera persona, el trabajo que estaba desarrollando la Fundación Junior Achievement en España. Esta institución, fundada en 1919 en EE.UU., apenas llevaba un lustro en nuestro país. Quedé fascinado con la metodología, el impacto que generaba en los alumnos y el carácter internacional de los programas (operan en más de 120 países). Decidí que diseñar modelos de negocio y ponerlos en marcha era el complemento perfecto para un aprendizaje real sobre el funcionamiento de una empresa. Además de otros aprendizajes implícitos, como saber sobrellevar la frustración, planificar un proyecto, trabajar en equipo, etc.
Desde entonces, cada vez más alumnos se sienten atraídos por el emprendimiento. Asimismo, cada vez es mayor el nivel de sus proyectos, pues siempre intentan superar a sus compañeros de cursos pasados.
Desde el punto de vista docente, ¿crees que realizar proyectos de este tipo anima al alumno a aprender más dentro del área temática de la asignatura?
Sí, porque no solo le interesa la propia asignatura. Dado que ellos tienen que resolver un problema real, su interés se traslada también al ámbito requerido por la solución.
Recuerdo a una alumna de 3ºESO con gran desmotivación por lo académico y, específicamente, por las asignaturas de ciencias. Aquel grupo decidió diseñar y comercializar un llavero potabilizador de agua. Para su desarrollo tuvieron que investigar cómo funcionaba una planta potabilizadora, hacer pruebas en el laboratorio y aprender a diseñar en 3D para ofrecer diferentes modelos personalizados a los distintos segmentos del mercado. Tras esta experiencia, la alumna recuperó su interés por las ciencias aplicadas y el uso de la tecnología para aplicaciones diarias. Su profesor me indicaba que le perseguía constantemente por los pasillos para preguntarle dudas.
Parece que, en el mundo hiperconectado y global de hoy, enseñar y aprender no pueden desligarse de la realidad y del contexto en el que tienen lugar. ¿Qué opinas?
Este tipo de proyectos conecta al estudiante con su contexto vital real. El aprendizaje nace de la curiosidad. Cuando ves un sentido práctico a los conceptos tratados en clase, cuando encuentras una utilidad en su aplicación, lo teórico adquiere otra dimensión. En los proyectos de emprendimiento, los alumnos que mayoritariamente tienen un perfil jurídico social, han invertido tiempo en el laboratorio, diseñando en 3D o programando aplicaciones. La vida no entiende de parcelas y así debería ser la educación, más transversal e interconectada.
Por último, ¿qué consejo le darías a los estudiantes, futuros maestros y profesores?
Cuando yo estaba en su lugar recibí un consejo que siempre me ha acompañado. Me dijeron “¿Qué profesores recuerdas de tu etapa de estudiante? Esos son los modelos que debes de seguir”. Y además añado: disfrutad en el aula, divertíos. Porque eso se contagia.
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