Como dice acertadamente el presidente de la Federación Española de Baloncesto, José Luis Sáez, “el deporte nunca ha sido tomado en serio como concepto empresarial”. Y este déficit lo seguimos arrastrando. Quizá por la escasa profesionalización del mundo deportivo hasta ahora (cuyos presupuestos salían eminentemente del erario público), o quizá por la falta de gestores que provengan directamente del mundo deportivo. Es evidente que la falta de financiación pública unida con la formación universitaria especializada (actualmente, los nuevos grados en Ciencias de la Actividad física y del Deporte contienen valiosos itinerarios vinculados a la Gestión Deportiva, que orientan profesionalmente hacia un sector que la sociedad deportiva demanda y necesita) está cambiando radicalmente esta visión, y comienzan a emerger nuevos ejecutivos con importantes habilidades empresariales a lo que se suma el conocer bien el deporte por dentro.
Precisamente, en la Liga de Fútbol Profesional se han dado cuenta de ello (no sé si copiando el modelo inglés de la Premier o el americano de la NBA) y empiezan a valorar que su competición es mucho más valiosa de lo que creían.
No era comprensible que de un jugoso pastel (en época de crisis, este verano los clubes de Primera división han movido más de 250 millones de euros en fichajes), tenga una participación económica repartida entre retransmisiones en televisión, quinielas, algo de patrocinio, y poco más…, y se mantuviese fuera del gran negocio que hoy en día es Internet.
Estamos en la Edad del Conocimiento y parece que todavía no nos hemos dado cuenta, porque no explotamos de forma eficiente todos nuestros productos. Aunque parte de culpa, como pasa en la música o en el cine, lo tiene la falta de regulación. Y de esto, los “piratas deportivos” se aprovechan, y tanto…
Las apuestas on-line es un negocio que en un solo partido (final de la Copa del Mundo entre España y Holanda), una casa de apuestas puede mover 170 millones de euros, o lo que es lo mismo, el presupuesto anual del ayuntamiento de una localidad de 110.000 habitantes como Alcobendas. Y sin embargo, de este negocio, en España los “productores y autores” no ven un euro…
El anteproyecto de ley que prepara el Gobierno quiere establecer para el sector del juego en España que todas las empresas dedicadas al juego rindan cuentas ante el Estado. Pero en su borrador nada dice de los organizadores de las competiciones (que a la postre son los propios clubes), los cuales ostentan la explotación comercial de cuantos productos y derechos les sean inherentes o consecuencia de estas mismas competiciones. Por lo que no es razonable que la LFP no tenga recompensa por el negocio que organiza cada semana. De esta manera, las casas de apuestas se están lucrando sin producir ningún tipo de retorno económico directo sobre los que permiten que este espectáculo deportivo sea posible. Y todo, hasta este momento, de forma “legal”.
Esto no es ninguna utopía, promovida por la falta de recursos propios de la actual crisis global, sino una clara realidad en países de nuestro entorno, como Francia o, Alemania, donde las ligas de fútbol son incluso menos atractivas que la nuestra. En Francia, los clubes de fútbol reciben un 1 por ciento de lo recaudado, mientras que en Alemania es la organización la que recibe un porcentaje que varía en función de los acuerdos alcanzados. La reforma que plantea el Gobierno es un buen paso, pero se corre el riesgo de ser un paso excesivamente corto…
Se sabe, que en época de crisis aflora la creatividad. Y en nuestro ámbito, esta se traduce en multitud de ideas que pretenden convertir las entidades deportivas en empresas con criterios rentables. Incluso algunas también muy discutibles dentro de la LFP, como el plan de cobrar a radios y otros medios por cubrir la información derivada de sus competiciones. Pero independientemente de este lícito debate (¿por qué no se ha pensado en esto antes…?), en lo referente al juego on-line, a la LFP no le falta razón. Hasta ahora, al igual que con la piratería audiovisual, los autores han perdido la batalla. Veremos en un futuro qué pasa…
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